CPB 10/2/2009 - En los tiempos que corren, donde el denominador común de la música consiste en sonar destartalado, estridente y lo más caótico posible, resulta extraño que aparezcan personajes como Andrew Bird. Joven, bien vestido y con cara de no haber roto un plato son las señas de identidad de este muchacho de Illinois.
Andrew Bird tiene a sus espaldas una dilatada carrera como violinista, y eso es algo que queda patente en este Noble Beast, sobre todo a la hora de crear esas brillantes atmósferas sobre las que desfila cada una de las canciones. Ante todo Bird suena elegante. Puede hacer un amago de desmelenarse como en Fitz & Dizzyspells, sonar a crooner en Tenuousness, o incluso coquetear levemente con la electrónica en Not a Robot, But a Ghost, pero todo sin perder ni un ápice de su elegancia.
Especialista también en crear melodías e incluso estribillos con tan sólo su silbido (véase la genial Oh no!), Andrew Bird se gusta mucho a si mismo, tanto que incluso habría de advertirle por el exceso de minutaje en algunas canciones que puede llegar a ocasionar un leve empacho al oyente.
Sea como sea, Noble Beast entra de maravilla. No deslumbra, pero sí que nos acompaña a pasar un rato agradable. Degústenlo despacio y a sorbos, que así seguro que entra mejor.
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