CPB 21/9/2010 - A veces cuesta ubicar a Australia dentro del mapa musical, y cuando lo hacemos siempre nos viene a la cabeza el rock crudo que practicaban grupos como The Drones, Radio Birdman o como no, Nick Cave. Tame Impala muestran dichas señas de identidad oriundas pero dándole una (o unas cuantas) vueltas de tuerca al asunto.
Escuchar este Innerspeaker es como montarte en una máquina del tiempo, retroceder algo más de cuarenta años y caer en el epicentro de Monterey, Altamont o el mismísimo Woodstock. Ahí encontraríamos a estos cuatro jóvenes compartiendo cartel con Jimmi Hendrix, Grateful Dead o Jefferson Airplane, jugando con el estado psicotrópico de su público y emanando psicodelia por todos sus poros.
No sólo consiguen dicho efecto con unos temas de rock de manual y una intención inaudita para unos chavales tan jóvenes, sino también deben estarles agradecidos a un trabajo de producción excepcional para la ocasión. Buena muestra de ello son las inmensas e interminables reverbs y el juego panorámico que hace que algunos instrumentos viajen del oído izquierdo al derecho y viceversa de una forma casi hipnótica.
Lástima que en la segunda mitad del disco les cueste tirar del freno de mano, y la cosa se les vaya por los peligrosos derroteros del rock progresivo (por ejemplo la instrumental Island Walking que los acerca a los Pink Floyd más plomizos). Sea como sea, ahora que se acaba la época estival, Tame Impala nos rememoran el Verano del Amor y eso se agradece.
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