Disco(S) Grande(S)

Cajas de Música Difíciles de Parar

Lids 25/5/2012 - La actuación de Nacho Vegas en la presente edición del Primavera Sound me sirve como excusa perfecta para reseñar un doble álbum al que hacía tiempo que le tenía ganas. Cajas de Música Difíciles de Parar, el segundo trabajo en solitario del asturiano es, sin lugar a dudas, una obra cumbre en su carrera y uno de los mejores álbumes del panorama nacional de la pasada década.

Con Cajas de música..., Vegas comenzó a fraguar su leyenda de cantautor maldito, de avezado retratista de los bajos fondos, las adicciones y el desamor. A punto de desprenderse de ese halo gracias a sus nuevos proyectos, echar la vista atrás es volver a las entrañas de un Nacho decepcionado con la vida y con el mundo, y recrearse en su mejor época, esa en la que nos regalaba auténtica literatura musicada.

El primer acto lo abre una lisérgica 'Noches Árticas', donde hace aparición final un susurrante J. de Los Planetas, que nos invita a cerrar los ojos y disfrutar de lo que se avecina, que no es más que una sucesión de reposadas y mundanas historias de desamparo y dolor. Una calma tensa rota por 'El jardín de la Duermevela', cántico descarado a la heroína, una oda al placer sensorial con versos como "y no comprendéis que yo ya no soy yo, cuando ella entra en mi sangre y me pone a morir".



Vegas acaba pidiendo "perdón por existir" en 'La Sed Mortal', y cierra así un primer disco en el que destapa sin tapujos sus influencias musicales -obvias y por todos conocidas- y hace acopio de referencias intelectuales y culturalmente populares (Herman Melville y el cuento de Jonás, por nombrar algunos).

Se abre la segunda caja de música y, en el tercer acto, emerge una de las mejores composiciones de la carrera del asturiano, 'Gang-Bang'. Un decadente vals que traslada al oyente a cierta ciudad europea, en la que el autor dibuja a un solitario protagonista jugueteando de nuevo con la "pérfida enana marrón" antes de perderse entre fulanas y señores de traje que abren puertas a sórdidos cuartos oscuros.



En 'Stanivslasky', por fin, se enciende y se distorsiona, mientras muestra sus dientes y se “destapa como actor”, confundiendo a un oyente al que hace rato que ya no le importa si Vegas se autorreferencia o se lo inventa absolutamente todo. Leves destellos de aceptación y realismo en 'Monomanía', donde el cantante reflexiona y se sorprende gritando "ya valió la tontería, y con mi vida seguiré".

El disco lo cierra una joya singular, 'La canción de la duermevela', continuación de 'El jardín…'. Vegas, únicamente acompañado de una eléctrica, describe pausadamente en bable una aterradora desesperanza, la caída a un pozo sin fondo y, de vuelta a la heroína, recita al oído cosas como "una cosa na vida, ten por segura, al final solo hay soledad y amargura".

Bien sabe el asturiano, aunque se haga el despistado, que algunos utilizamos su música para escapar precisamente de eso.


Cajas de Música Difíciles de Parar,
Limbo Starr, 2003